CAMILA O’GORMAN
El caso de Camila O’Gorman se presta para la nota lacrimosa sobre los horrores de la tiranía de Rosas. Es exacto, exactísimo; pero no fue un hecho político, sinode dura y estricta aplicación de la ley vigente. Estoy en la opinión que el amor lo disculpa todo o casi todo: pero vivimos en 1959, y los románticos enamoradosfueron ajusticiados en el Buenos Aires de 1848.Camila O’Gorman y el cura del Socorro Uladislao Gutiérrez, cometieron un hecho castigado por las leyes de entonces con pena capital. Rosas no hizo otra cosa que aplicar la legislación vigente. Según su secretario, Antonino Reyes,consultó el caso con los mejores abogados de Buenos Aires; se ha dicho que entre los consultados estuvo Vélez Sársfield, unitario residente en Buenos Aires y hombre apreciado por el Gobernador por sus conocimientos jurídicos. Pero Rosas asumió la plena responsabilidad de la sentencia, como asumió siempre la completa responsabilidad de sus actos de gobierno. Como después de Caseros sehablara del consejo de Vélez Sársfield, en perjuicio político de éste, Rosas, desdesu exilio de Southampton, escribió a Buenos Aires: “Ninguna persona meaconsejó la ejecución del cura Gutiérrez y de Camila O’Gorman, ni personaalguna (fuera de Manuelita): nota agregada) me habló ni escribió en su favor. Porel contrario, todas las personas del clero me hablaron o escribieron sobre elatrevido crimen y la urgente necesidad de un castigo ejemplar para prevenir otrosescándalos semejantes o parecidos. Yo creía lo mismo, y siendo mía laresponsabilidad ordené la ejecución.Mientras presidí el gobierno de Buenos Aires con la suma, del poder por la ley,goberné según mi conciencia. Soy, pues, el único responsable de todos mis actos,de mis hechos buenos como de los malos, de mis errores como de mis aciertos.”(6-3-77)No puede llamarse asesinato, como viene repitiendo la crónica escandalosaantirrosista, la ejecución de una sentencia cumplida por imperio de la legislaciónvigente: “La ley ordena la pena de muerte por el sacrilegio”, dice Escriche en suconocido Diccionario de Legislación, y la funda en las Partidas: 1-4-71, l-18-6,VII-2-3, etcétera. Pero Rosas debió perdonar, pues contra el rigor de las leyesestá el derecho de gracia del Jefe de Estado. Si la desventurada Camila y sudesgraciado amante habían hecho, llevados por su romántico amor, unabarbaridad castigada con pena capital por las leyes, Rosas después de sentenciarcomo juez que correspondía la pena de muerte, debió como gobernadorindultarlos y dejarlos vivir su romance. Eso lo hubiéramos hecho usted y yo, ytodas las mujeres y hombres del siglo XX; pero Rosas vivía a mediados del XIX,en un Buenos Aires mucho más familiar, donde las faltas de esa naturaleza
cobraban un eco extraordinario, Además tenía un sentido estricto de la justicia,como la tenían en mayor grado que nosotros los hombres de entonces.Para Rosas la ley era pareja y debía cumplirse rigurosamente, sin excepciones. Siperdonó algunas veces a sus enemigos políticos (el general Paz, el coronel Díaz,etc), no lo hizo jamás con nadie por delitos comunes. Y menos a sus familiares,correligionarios y amigos a quienes consideraba más obligados que otros arespetar la ley. No entendía eso que hoy llamamos “gauchadas”, y no son otracosa que parcialidades, injusticias, o a lo sumo debilidades. Rosas era recto comouna estaca campera; el restaurador de las leyes consideraba que la base de unasociedad organizada es el respeto a la ley, Ese rígido concepto le acarreó el odiode algunos partidarios como Rivera Indarte, federal y mazorquero, que esperóque se le hiciera la vista gorda en algunos latrocinios cometidos. Como noocurrió, se constituyó desde Montevideo en enemigo de Rosas, y le hizo la másformidable campaña de calumnias posible. Este resentido fue el autor de lasfamosas Tablas de sangre.Pero si esa rigidez de Rosas le trajo la enemistad de Rivera Indarte, le produjo, encambio, el respeto de la masa de la población. Y de quienes juzgamos su personay su gobierno a siglo y medio de distancia.Volvamos a Camila. ¿Por qué no perdonó Rosas un delito tan romántico, tan“graciable”, diría?Primero, porque no sabía perdonar. Y después, porque Camila y el cura Gutiérrezeran federales de primera plana. Camila pertenecía a una familia conocida por sufiliación política y pertenecía al círculo de amigas de Manuelita y concurríaasiduamente a Palermo; el cura Gutiérrez era sobrino del gobernador federal deTucumán, Celedonio Gutiérrez, y poseía una espectable posición en la parroquiaregenteada. Tal vez si hubieran sido unitarios, habrían salvado sus vidas.Porque Rosas no perdonaba a los federales, como le he dicho. Además, lafiliación política y situación familiar de ambos amantes fue explotada con excesopor la prensa unitaria de Montevideo y Valparaíso en detrimento de la situaciónpolítica de Buenos Aires. El Comercio del Plata, dirigido por Florencio Varela,daba la noticia de la fuga de Camila, y Gutiérrez en su número del 5 de enero de1848 con estos términos:“El crimen escandaloso cometido por el cura Gutiérrez es asunto de todas lasconversaciones. La Policía de Buenos Aires aparentaba (subrayado), o no hacía
realmente gran empeño por descubrir el paradero de aquel malvado y sucómplice. La joven que se dejó seducir por el infame manifestaba deseos detomar el hábito de monja. La noche de Navidad, después de haber estadocantando en la iglesia, desapareció con el raptor. Este completó su villanía, segúnse nos asegura, robándose las alhajas del templo.¿Hay en la tierra castigo bastante severo para el hombre que así procede?”Algo semejante decía “El Mercurio” de Chile, del 3 de marzo de 1848 dondeescribían Sarmiento y Alberdi:“Ha llegado a tal extremo la horrible corrupción de las costumbres bajo la tiraníaespantosa del Caligüela del Plata, que los impíos y sacrílegos sacerdotes deBuenos Aires huyen con las niñas de la mejor sociedad, sin que el infame sátrapaadopte medida alguna contra estas monstruosas inmoralidades.”La degradación que fomenta un déspotaCamila y Gutiérrez escaparon el 12 de diciembre de 1847 (no la noche deNavidad como dice Comercio del Plata), sin que Rosas fuera informado de lafuga hasta el 21. Tal vez la familia y la curia esperaron un arrepentimiento de losimpulsivos jóvenes, o tuvieron la esperanza de dar con ellos antes que elescándalo trascendiera. “Al saber Rosas, tarde, lo que había ocurrido – dicen lasMemorias de su secretario Antonio Reyes –, después del transcurso de nueve díasy cuando en la sociedad se sabía lo que había pasado y se levantaba de todaspartes una grita infernal, su indignación estuvo a la altura del insulto hecho a suautoridad.”Es de imaginarse que su enojo llegase a proporciones mayúsculas al leer losperiódicos unitarios dándole como cómplice o apañador del escándalo, ypresentando a éste como una prueba de la corrupción de las costumbres porteñas.Comercio del Plata siguió su estridente campaña, mientras se desconocía elparadero de los jóvenes. El 27 de abril, bajo la dirección de Valentín Alsina,desliza este infundio: “Se sabe que los gobiernos extranjeros han pedido alcriminal gobierno de la Confederación Argentina, seguridades para las hijas delos súbditos extranjeros que no tienen ninguna para su virtud.”
Camila y Gutiérrez fueron descubiertos en Goya (Corrientes) en el mes de julio,y remitidos a Buenos Aires donde Rosas dispuso su ejecución en el cuartel deSantos Lugares. Para postergarla a fin de que Manuelita consiguiera doblegar la justicia de su padre, Antonino Reyes, encargado de su custodia sugirió a Camilael expediente de decir que se encontraba encinta. No dio resultado “porque no lomanifestaba el cuerpo de la joven ni se advertían indicios de semejante preñez”,dicen las citadas Memorias de Reyes; ni tampoco su examen médico dio síntomafavorable. Por lo tanto debió cumplirse la sentencia, quejándose Rosas a Reyesde no haberlo hecho inmediatamente de llegar los amantes al cuartel de SantosLugares conforme a sus órdenes. Por las dudas “si había preñez que solamentepodía ser muy reciente” el cura de Santos Lugares dio, de acuerdo a los usos enajusticiamientos de mujeres encintas, el “bautizo por la boca”. Este recurso paradilatar la ejecución a la espera de una gracia, daría pie a la leyenda de habermuerto Camila próxima a dar a luz.Mánuelita hizo lo posible para salvar a su amiga; pero se estrelló contra la rigidezde su padre. Cuando los amantes llegaban a San Nicolás provenientes de Goya,Camila recibió una carta de Manuelita “lacerada” por la doliente situación,rogándole entereza “a fin de que yo a su lado pueda con mis esfuerzos daros laúltima esperanza”. La hija de Rosas ordenó la compra de varios muebles – entreellos un piano – para adornar la celda de Camila en Santos Lugares, siempre en laesperanza de conseguir la conmutación de la pena. No ocurrió así, y Camila yGutiérrez serían fusilados el 18 de agosto.Inmediatamente Comercio del Plata, El Mercurio y todos los diarios que habíanclamado contra los “infames”, contra la “corrupción” fomentada por el Caligüeladel Plata, y preguntándose “si hay en la tierra castigo suficiente”, volcaron ríosde tinta contra el monstruo, el tirano “que no respetaba los fueros inviolables delamor” (Mercurio), o “condenaba al patíbulo a una inocente madre con el fruto desus amores en el noveno mes de su gestación” (Comercio).
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